
Yo me hallaba sentado en la encimera de ésta, tomándome relajadamente un café con leche como cada mañana, siempre con dos azucarillos.
Removía y removía sin parar, con la mirada pérdida en el reloj metálico de la pared sin ser consciente de mis movimientos, siempre me dejaba guiar por sus "Tic,tac" de manecilla, lentos y secos.
Parpadeé varias veces, hasta desviar completamente la mirada de ese objeto, concentrándome nuevamente en mis pensamientos.
Dí un leve sorbo a mi descafeinado, merodeando en mi cerebro, pensando en que debería hacer para terminar con su vida de forma rápida, directa e insospechada.
Era su hora.
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